miércoles, 25 de julio de 2012

Evita, la política, la pasión y la inmortalidad



A las 20.25 el desenlace menos deseado era ya irremediable. Fue un 26 de julio de 1952, y para la mayoría de los argentinos, el tiempo se detuvo: la Nación golpeada se perdía en la tristeza de un día gris y húmedo.

Las crónicas dirán que tenía 33 años y que había nacido en Los Toldos, narraron sus luchas y sueños, una visión de justicia  revolucionaria y un ultimo pedido a Perón "...no abandones nunca a los pobres. Son los únicos que saben ser fieles". El testimonio de su vida, transformado en acciones políticas, conforma hoy parte fundamental de nuestro mundo. Tanta pasión volcada a cambios profundos, no podría obviar la tentación o conveniencia de la configuración del mito.

Ni siquiera el más cruento anti peronismo logro borrar su historia, seguimos recordando sus acciones, reales, concretas, actos de fe volcados a las necesidades del Pueblo.
Continuamos recorriendo sus huellas, sabiendo que su sueño cristaliza derechos para los vulnerados; que su voz aún recorre nuestro tiempo, alertándonos sobre los peligros que representan las oligarquías.
Porque su objetivo era superior: hacer de la Argentina una tierra en la que los frutos fueran de los que la trabajan. Una tierra en la que el futuro deparara felicidad a los olvidados, porque como bien decía nuestra compañera  "demasiado intrascendente y mediocre seria vivir la vida si no se la viviese por un ideal".

Su recuerdo actualiza las deudas pendientes:  aquellas construcciones irresueltas; no olvidamos que "sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar".
Evita fue revolución, como el Peronismo, ella fue su alma, el espíritu de la rebelión permanente contra la opresión y la injusticia.
Con nuestra lealtad y pasiones a flor de piel, seguimos sus banderas, que como su nombre, nos guían a la victoria.